miércoles, 14 de mayo de 2014

PONETE LAS PILAS, CARLITOS

Las luces de las calles del pueblo comenzaron a encenderse, dibujando en sucesión la sombra de los árboles, que acariciaban las paredes de las casas chatas. Recién acababa  de pasar el camión regador, aplacando el polvo  que se colaba  por las rendijas de puertas y ventanas  y teñía en sepia  a los muebles, para hacerlos más parecidos a sus moradores.
En dos sillas bajas de paja, colocadas a ambos lados de la puerta, una mujer canosa y su hijo contemplaban el atardecer.
-Anoche te escuché gritar -dijo la mujer -llorabas cuando te desperté. Te está pasando mucho últimamente.
-No me acuerdo de nada-dijo el hombre- y después de pensarlo un rato, agregó-me estoy despertando cansado y con la cabeza  pesada-
-Nunca hablaste del tiempo en las Islas-
-¿Para qué revolver el pasado, mamá? ¿Por qué ahora? Eso ya es historia antigua y a nadie le importa-
-A mí me importa. Ya no eras el mismo cuando volviste. A partir de ahí no supe como tratarte-
-Lo importante fue que estuvieras, vieja. Y estuviste-
-Me sentí tan inútil. No podía alcanzarte. Habías levantado una pared a tu alrededor-
-¿No podemos hablar de otra cosa? ¿Por qué esa necesidad de meter el dedo en la llaga?-
-Porque no te veo bien. Por eso. En la tele los sicólogos dicen que cuando se comparten las tristezas, se vuelven más llevaderas-
-Qué querés compartir conmigo si no tenés la menor idea de lo que fue aquello. Mierda, vieja. Pura mierda y desesperación. Mierda y un viento perpetuo. Mierda y frío. Mierda y hambre. Mierda y miedo .-¿Estás contenta?-
Ella se levantó de la silla y se acercó a su hijo. Con gesto cansado, comenzó a acariciarle la cabeza mientras tarareaba muy bajito una vieja canción de cuna.
En ese intervalo, un hombre con apenas más de cuarenta años, pasó arrastrando los pies por el medio de la calle. La ropa que llevaba, era de excelente  calidad; todavía resaltaba  entre la mugre y los remiendos. Sus ojos tristes  miraban con dolor desde  la maraña  de  cabellos y barba. Murmuraba siempre la misma frase: “cave ne cadas”.
-Hace como un mes que apareció por el pueblo. Es más joven que vos, me parece.-dijo la madre-Una vez le pregunté qué significaba. –Es latín- me contestó- Y significa “cuida de no caer”. Era una advertencia que un esclavo daba al triunfador romano para evitar que se envaneciera demasiado.-

La mujer se acercó a la silla y con dificultad, volvió a sentarse.-Para mí tampoco fue fácil aquél tiempo-dijo-Todas las mañana me despertaba llorando. ¡Te habías ido tan lejos! Apenas me acordaba  de dónde estaban las islas en el mapa.
-Cuando me llamaron, me sentí  lleno de orgullo. ¡Me iba a hacer patria! Todos nosotros, durante la instrucción, estábamos convencidos de que en poco tiempo echaríamos a los ingleses-
-¡Las peleas que tuve con tu papá en esa época! Yo quería usar los pesitos que teníamos para que te fueras. Bolivia, Paraguay, no me importaba dónde. Sólo necesitaba  saberte vivo en algún lado-
-No te culpés por eso. Jamás me hubiera ido. ¿ Escaparme  yo? Si no veía las horas de estar allí y hacer la diferencia. Si hubiera sabido….
-De aquí se llevaron a tres. ¿Te diste cuenta  que todos de la misma calle? Una mañana pasó el cartero y al ratito escuché un grito desgarrador. Salí corriendo a ver qué pasaba y la veo a la Elsa llorando sentada en la vereda, con el telegrama en el que le avisaban que su hijo había muerto,  hecho un bollo en la mano derecha.-
-No me enteré de la muerte del Marcos hasta que estuve de vuelta. Nos mandaron a lugares diferentes. Yo estaba con gente que no conocía. Pero allá, después, nos hicimos amigos. No había nadie más. Nada más. Sólo el sonido eterno del viento frío en ese páramo marrón.-
-Después de lo de la Elsa, cada vez que veía al cartero apuntar para este lado de la calle, mi corazón dejaba de marchar y empezaba a latir de  nuevo cuando él seguía de largo. ¡Pobre Lulo! Llegué a odiarlo y eso que fuimos compañeros toda la escuela.-
-Nunca había salido del Chaco y no sabía que se pudiera sentir tanto frío. Y nunca había visto morir a nadie. Tuve que abrazar a unos cuantos. Fue lo único que pude hacer. Quedarme  hasta que todo termine. Y los ruidos de las armas y los fogonazos que retumbaban más fuertes en nuestros estómagos  siempre vacíos. Todos llorábamos a veces…Si éramos unas criaturas-
-No sabés  qué alegría cuando te vi llegar esa tarde. Flaquito y asustado, pero entero. Eso quise creer  durante mucho tiempo.-
-Yo también viejita. Te juro que aún lo sigo intentando. Cada mañana me miro al espejo cuando me afeito y le digo a la imagen: Ponete las pilas, Carlitos, que sos de los suertudos que volvieron.  No sé, hago el esfuerzo, pero hay algo…como que se me murió allá.-
La mujer da vuelta la cabeza para que él no vea en su cara la compasión infinita por esa vida truncada y le dice simplemente: -ya es tarde hijito. Me voy para la cocina a hacer la cena y vos entrás las sillas. ¿dale?

                                                                                                       CRISTINA SALERA

2 comentarios:

  1. Postal de una época que nos marcó y nos marca a todos los argentinos

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  2. Emocionante relato de una locura terriblemente dolorosa ;(

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