No tengo ganas de leer
ni siquiera los apuntes de mi propia escuela.
Sólo quiero transcurrir este instante
a la espera del siguiente.
Será un recreo a mantenerse ocupado
en un trabajo (esperando una clase que ejercite el alma o el cuerpo),
en una clase (añorando una palabra o expresión de afecto),
en una charla grata (ilusionados con algún sueño),
aun viviendo un deseo pasado,
pero incapaces de verlo
o de detectar siquiera cuándo lo empezamos a cumplir.
Llevo una cuenta de esperas y sentimientos,
aunque la mayoría de las veces no los diferencie.
Todos son poesías, medio que encontré para conservarlos.
Cada vez se agranda más la colección
y todavía no descubro el objeto.
Si lo pensás con detenimiento
doscientos sesenta en cinco años
no es suficiente.
Es poca vida.
Mariana Delponte
Muy buen relato, vida sin vida .
ResponderEliminarGracias por el comentario, Liliana! Si te gustó, te invito a mi blog: modoceterisparibus.blogspot.com.ar
ResponderEliminarLa fugacidad de los instantes, la incapacidad de atraparlos del todo. Me Gusto!
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