domingo, 1 de junio de 2014
LA MUÑECA
Llegó a mis manos como regalo, no sé de quién, ni porqué, si fue por un cumpleaños, por Reyes, o porque sí. Tampoco puedo definir la época, calculo que tendría entre 6 a 8 años.
Lo que sí recuerdo es que se transformó en mi compañera de siempre. Tenía en ese entonces un juego de jardín, compuesto de una mesita con 4 sillas pequeñas, un juego de té de porcelana que aún conservo y con mis amiguitas celebrábamos su bautismo. La llamé Cecilia y esa ceremonia la repetíamos a menudo. En mi habitacion de niña estaba sentada en una silla con su hermoso vestido de organza, su capelina, sus bellos rizos rubios y su carita tan linda, sus labios pintados y sus ojos de vidrios celestes. Cuando la movía de atrás para adelante decía “Mamá”. Con el correr de los años la muñeca fue pasando a segundo plano. Me casé, tuve hijos y ella fue a parar a una caja en el desván. Hasta hace poco tiempo atrás en el cual hubo una mudanza, ya que al quedarme sola la casa era muy grande, mi esposo fallecido y mis hijos casados y en resumen descarté muchas cosas que no cabían en el nuevo domicilio: Muebles, adornos, etc. y en ese revolver encontré la caja con mi muñeca.
¿Cuánto había estado allí durmiendo mientras la vida pasaba? Entonces la saqué y la envié al hospital de muñecas para que la hermosearan. Así fué que cuando me la trajeron con su vestido de raso rosa, su cabello peinado y su carita repintada, la abracé con ternura. Y la coloqué en mi dormitorio, en mi sillón hamaca como muda compañera de mis horas. Una noche en la cual estaba desvelada, con mi cabeza pensando en mil temas inconclusos, al darme vuelta en la cama miré a la muñeca, siempre en la misma posición, impávida y bella. Los años no la habían afectado, pero no podía envidiarla. Yo viví, pasé momentos de gran alegría, también de tristeza, ahora a veces siento la soledad, pero eso es la vida. Verse reflejada en otras vidas, la de sus hijos, sus nietos. ¿Qué más?. Y con estos pensamientos ya somnolienta, volví a mirar a mi muñeca, y esta me miraba sonriendo, no estaba en su habitual posición, se había movido. Pero el peso de mis párpados pudo más y me quedé dormida.
AMALIA BARRIL
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Un hermoso cuento, que nos transmite sentidos más puros.
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